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‘Tocados’ por la ‘cazadora de mariposas’ Marta Andreu

Bajo el título Cazadores de mariposas o la escritura documental. Marta Andreu está delante de enmascarados, sacudidos a medida que avanza su pequeño taller meandro en digresiones, que acompaña de citas pellizco como la de María Zambrano: “El camino nunca es caprichoso, depende del punto de partida y de aquello que quieres realizar, o salvar”.

Para alguien como Marta que no concibe el documental como un género cinematográfico “sino como un gesto creativo, una forma de relacionarse con el mundo”, Solo se puede copiar lo esencial, lo que te golpeó”; o palabras de mi querido John Berger.

Para quien se ponga ante la escritura del guión documental como si fuera una página en blanco, Marta les aconseja alejarse, para incidir en la importancia de la resta. “La escritura del documental no es un proceso de añadir, sino de extracción; es algo que tiene que ver con lo que dijo Miguel Angel: Vi el ángel atrapado en la piedra, esculpir para liberarse”.

De la resta al descubrimiento, ya van dos distanciamientos entre la escritura del guión documental y el de ficción, y aunque a la hora de presentar un proyecto, “la escritura social” que bien denominó Marta Andreu, la primera se “tunea”, pero que no se nos olvide, “la imaginación como forma de conocimiento”. “A mí me interesa la escritura creativa, como forma de proceso de trabajo. Aprender a escribir para llegar al corazón de la película”.

Y siguió: “No se trata de estar al servicio de la realidad sino de moldear la materia para crear algo nuevo. Escribir como quien cuestiona. Se trata de dejarse tocar. Transformación es una palabra mágica y no hay cine sin ella”. ¡Tocados! La hechicera Andreu nos estaba transformando para recordarnos que “no documentamos la realidad sino nuestro encuentro con ella”.

Llegó a la orilla de la posverdad, “en esos momentos de la sospecha, de la fabricación, en el que la separación entre la imaginación y la cosa es más grande que nunca. Nunca se me ocurriría defender que la observación y la fabricación es el cine documental, no, pero la observación es una herramienta para conocer la naturaleza. Y hay algo que tiene que ver con la memoria…”

“Hay que aprender a escuchar, entender los límites y luego preguntarse el porqué, porqué yo, porqué me golpeó esto o aquello”. Nos encontramos con la fragilidad. En el documental no son actores quienes se ponen ante la cámara, deciden dar su sí por razones muy amplias pero en su fragilidad, “en la propia, es donde podemos filmar al otro. Aprender a entender la fragilidad, encontrar la buena distancia, esa necesidad de decirle al otro”. ¡Qué me está tocando!

Nos contó que en su obsesión por el origen de las películas años atrás descubrió que “todo empieza con una pérdida”, Lo importante es el encuentro de tu mirada con esa película. En la socialización de la película tendremos que decirlo, pero esto no es periodismo, es otra cosa. El cine documental no filma las ideas, filma la idea”.

Y llegó a su tercer punto, porque Marta sin hojas donde seguir su boceto de guión de la charla es ordenada, hay una línea en su discurso, lleno de ramales, de brisas y parones de viento. Mafalda y el gran Quino le sirvieron para insistir en que “lo más importante no es la identificación, porque en cine documental no existe, se trata de buscar el agua profunda de la película”. Esa tercera “capa” es lo “atemporal”. “Encontrar el sentido profundo. Ahí está la esencia”. Alicia frente al espejo. “¿Qué el lo que estoy explorando?”

La charla siguió y siguió a ritmo de jazz: “La belleza es poner orden al caos porque así podremos sentir que algo generoso podrá surgir”.

Lourdes Durán

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